viernes, 1 de mayo de 2009

García Márquez y la gripe porcina

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Un árbol, un libro
Darwin Rodríguez - Escritor
Habría que celebrar el “Día Internacional del Libro” como se festejaban antes los onomásticos. Las inolvidables fiestas de las Marías, los Luises, los San Pedro y San Pablo. Faltaban sillas para tanto invitado y había que organizar la “mesa del pellejo”.
Pero a falta de pan y tortas, hagamos –al menos– un breve reconocimiento a este objeto del que tanto se habla, pero que en la hora de los quiubos no tiene cabida ni siquiera en la mesa que antes nombrábamos.
El libro no siempre ha sido como lo conocemos actualmente, ni va a seguir siempre igual. Ya se habla del libro virtual. La Biblioteca de Babilonia, que existió hace muchos cientos de años, consistía en una gran cantidad de tablillas de greda, algo así como adobes o ladrillos delgados, sobre los cuales –con un punzón– se dibujaban signos. Esos eran los libros de la época. Famosos son los papiros egipcios. En cueros curtidos escribían otros pueblos sus signos. Las tablas de la ley fueron escritas a fuego sobre la roca viva.
A propósito de la Biblia, recuerdo que en Temuco escuché una anécdota de Eduardo Galeano, el gran escritor uruguayo, quien contaba que a la llegada de los españoles, ante la dificultad de enseñarle castellano al pueblo, decidieron traducirla al dialecto autóctono. Luego de arduos meses de trabajo, se reunieron con los caciques para mostrarles su obra y escuchar su sabia opinión. Al terminar, y ante la indiferencia de los jefes indígenas, preguntaron qué les parecía la traducción. Ellos dijeron: eso rasca muy bien, pero no rasca donde pica (nótese la percepción sensorial de la realidad, la Biblia rascaba).
Hablar hoy del libro es de buen gusto, pero me he preguntado si podemos celebrar honestamente el “Día del Libro” si no somos consecuentes con lo que hemos aprendido de ellos. Si no rasca donde pica.
Veamos el tema desde otro ángulo. Los sectores de la región de La Araucanía y de la del Bío Bío, donde hay una gran concentración de pueblos indígenas, tienen un alto grado de analfabetismo en relación a otros lugares, que son –supuestamente– alfabéticos. Aunque en honor a la verdad, los únicos alfabéticos son los griegos, pues ellos usan el alfa, beta, gama, etc.; es decir, los signos de la escritura griega.
Nosotros usamos el a, be, ce, da, rio. Estos son nuestros signos.
Dichas las cosas de esta manera, los habitantes de este país seríamos, en aplastante mayoría, analfabetos, porque no sabemos griego, en cambio, seríamos abecedáricos. El sistema de signos que nos permite leer es el abecedario.
¿Qué es leer?
Leer es interpretar signos. Los griegos su alfabeto.
Gran parte de los occidentales interpretan el abecedario.
Los campesinos descifran el lenguaje de la tierra.
Los pescadores, los signos del mar y de los cielos.
La madre descifra el leguaje de sus bebés antes de que ellos emitan palabras.
Un amante descubre las señas de su amada.
Leer es interpretar signos.
Un idioma o dialecto no es sólo forma, sino una cultura, una manera de vivir, de amar, de sufrir, de morir, de ser feliz.
Sin embargo, en el mundo actual, la tecnología nos ha llevado sólo a ver los signos, no a interpretarlos. Los medios de comunicación leen por nosotros, interpretan los signos por nosotros y nos in-forman, o quizás nos des-in-forman o mal-forman, o de-forman o re-forman.
¿Están ustedes con-formes?
La misión es re-conocer, leer e interpretar nuestros signos. De esa manera estamos defendiéndolos.
De qué nos sirven miles de libros y expertos en descifrarlos, y de qué sirven los profesores si no aprendemos a defender el espíritu de los libros, si para hacerlos depredamos los bosques. De esa manera nos convertimos en analfabetos, anabecedáricos, iletrados e ignorantes.
En el significado más puro, nuestros libros son los árboles, en ellos podemos leer. Cuando éste se convierte en albergue para una familia, es un libro provechoso, o cuando tempera el hogar en los fríos inviernos de este sur.
El árbol es útil cuando en los hombros de Caupolicán expresa la fortaleza del pueblo araucano.
Y es nefasto cuando de un árbol el invasor fabrica la pica en que sepultan los sueños de libertad del gran toqui y su pueblo.
Seremos verdaderamente analfabetos cuando perdamos nuestros libros, es decir nuestros árboles, la pesca de nuestros mares, las tradiciones de nuestros pueblos.
Defendiendo nuestros signos celebramos el “Día Internacional del Libro”.


Esta entrada fue publicada el Viernes, 24 de Abril de 2009 a las 18:35 y está clasificada bajo: General. Puede hacer un seguimiento de los comentarios de esta entrada gracias al feed RSS 2.0. Puede dejar un comentario, o enviar un trackback desde su sitio.

9 comentarios sobre “Un árbol, un libro”

1. darwin ezquizo dijo:
24 de Abril, 2009 - 21:53
Defendamos nuestros signos. Siempre.
Abrazos.

2. Dra.carmela dijo:
25 de Abril, 2009 - 10:09
Muy buen escrito y uso de los signos de nuestro idioma, con sentido, poesia, metáforas, y vision de la realidad.

3. Foucault dijo:
25 de Abril, 2009 - 17:29
El Escritor, su blog, un libro y un arbol.
Una excelente parada para en el argumentario virtual

4. Roxana dijo:
26 de Abril, 2009 - 14:27
Como siempre “lenguajeando” y mostrando el submundo literario..
Desde Penco, muchos cariños!

5. EL VIEJO CLOTARIO. dijo:
26 de Abril, 2009 - 15:58
MUY BIEN !, NO HAY NADA MAS IMPORTANTE QUE TENER MEJOR BASE, PARA UNA BUENA COMUNICACION.

6. Ceffer Olivera dijo:
27 de Abril, 2009 - 8:25
Un abrazo desde la Santa Juana que lo dejó ir y que no supo valorar el trabajo de un maestro, más temprano que tarde nos volveremos a encontrar dónde la resistencia Catiray permanece en cada uno de los nuevos guerreros de la Rayenantu.

7. Mark Stuart Elmes dijo:
27 de Abril, 2009 - 16:15
Brillante. Un hombre culto “de verdad” que al fin aparece. Un humanista, y no un técnico en numérica que sólo sabe de máquinas y estados financieros.

8. Guiliano Ugartemendia López dijo:
27 de Abril, 2009 - 22:16
La filo-sofía nos re-encanta, en donde esperabamos hayar sólo vana cursilería de diario. Un agrado encontrar a un hijo (adoptivo?) de Tomé, haciendonos meditar, no sólo respecto de la importancia de la interpretación del signo, sino acerca de cómo en un lenguaje sutil, con la simpleza del abuelo, se puede ser tremendamente profundo, haciedo un llamado a las conciencias. Saludos desde Lebu, de un oriundo de esas tierras.
9. diego dijo:

28 de Abril, 2009 - 8:24
Un gusto saber de usted a través de este medio.
Me parecen oportunos y correctos sus comentarios. En el estudio de la biblia batallamos día a día con lo mismo, encontrar el contexto y el sentido de las cosas.
Debemos estudiar más historia y así lograr encontrar los mensajes que los libros nos desafían a encontrar.
Con respeto le saluda
Diego Contreras

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