domingo, 7 de junio de 2009

Sergio Ramón Fuentealba, Entomecinado hata las últimas

Sergio Ramón Fuentealba ha partido. Desde Tomé y seguramente hacia el mar, para Peregrinar por el Golfo con su amigo Alfonso Alcalde.
Lo conocí una mañana tomecina de 1996 , creo. Con la idea de montar una obra de teatro llegó a La Peña, centro de restauración del cuerpo con un tinto y sopaipillas, y del espíritu con amistad y poesía. Por las ventanas el paisaje de la singular Plaza tomecina. Por ella transitan, en la mañanas, ilusionados padres y padrinos a bautizar a sus retoños. Mas tarde son los relucientes novios los que abandonan la iglesia benditos. El hombre ya puede besar a la novia. Y cuando el sol declina en el mar, la misma gente del bautizo y el casamiento, acompaña cerro arriba el funeral. Es como si el ciclo entero de la vida se concentrara en la calle Nogueira donde conocí en largas tertulias, en afanes y trajines libertarios a Sergio Ramón Fuentealba, a quien a pesar de su insistencia, nunca pude tratar de tu. No solo por sus años sino porque a pesar de lo estropeada por la vida, la corpulencia de su estirpe y su sabiduría inspiraba tratarlo como nos enseñaron cuando chicos.
Muchos darán cuenta de su vida, de su memoria prodigiosa, de su pluma como la de los periodistas antiguos, esos que no cerraban el negocio a las 4 de la tarde. De su amistades y relaciones con lo mas granado del arte, la cultura y la política del siglo 20. Yo sólo recordaré su condición de entomecinado. Invento que me atribuyó, echó a correr y que poco a poco ha ido agarrando vuelo. En la Tribuna de El Sur de el jueves 4 de julio de 2002 escribió: “... Todo un personaje de la ciudad. Eso, precisamente, es don Humberto (Cartes. Un Personaje de Tomé) y comencé a estimar hace 17 años, cuando decidí “entomecinarme”, término acuñado por mi amigo el escritor Darwin Rodríguez, hoy flamente Consejero Regional...”
La verdad es que su proceso de entomecinamiento fue largo, comenzó en sus visitas adolecente, pero se concretó con su habitación empecinada y persistente avanzados los 80, en la caleta de Los Bagres, colindante con el cementerio, en el que no se si reposará con Alfonso Alcalde como vecino.
El entendió desde el principio esto de entomecinarse. Muchos se preguntan qué le pasa a la gente con este pueblo, que se queda. Un común amigo, El Tito, a la sazón, monje Franciscano doctorado en Roma, le puso la injundia en El saber.cl: ” Alguna vez el Chico Darwin definió todo eso como entomecinamiento, es decir lo que nos pasa a los que no somos de Tomé con Tomé. Entomecinamiento es una suerte entumecimiento de las estructuras que nos sostienen de no caer en la nada. Es, en fin, vencerse a la nada y hacer un pacto sólido con la soledad que nos persigue desde la maternidad al nicho, sin derechos a repechajes, acompañándola de causeo, de mariscal o de poemas en hojas amarillas”

Sergio venía predispuesto, no se resistió, como otros- que igualmente sucumbieron- como José Moral otro amigo compartido, quien narra en una noche de conversa, a propósito de su entomecinamiento: “El tiempo ha pasado y aún resuenan los acordes (con las disculpas a Baglieto) de la frase lanzada a boca de jarro por el poetaescritorinventadordehistorias tomecino Darwin Rodríguez en alguna etílica noche en el Negro Bueno, El Yate Chico, El Jacques Cousteau… (la verdad debe de haber sido en alguno, en cualquiera o en todos esos bares al mismo tiempo); “No seas huevón Pepe, tu ya eres un ENTOMECINADO, y eso no se te va a pasar nunca”. Mis risotadas deben haberse escuchado en el mismito Dichato ya que el Pepe en cuestión se pensabase muy otro y muy al margen de esas emocionalidades, dignas de señorita de rosa vestido…. “Nica Chico, soy un montón de huesos con nombre y apellido, pero sin patria”, Eso dije.” Y termina el Pepe diciendo que su hija, que vive en Santiago se define, orgullosa, como tomecina.
Orgullosos también nos sentimos los tomecinos de tener a Sergio en nuestros barrios, en la biblioteca cada mañana; en sus muchos libros editados, sus obras de teatro, sus escritos en El Sur, su amistad y la edición con Cecilia de sus hijos Sergio, Jorge, Juan y Segismundo, que tuvo con Cecilia, obras tomecinas de tomo y lomo como su padre que definitivamente habita la Galaxia de Tomé como el que mas.

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